El loco que camina cantando por las calles, ese flaco canoso
que nunca deja de sonreír, ese que cojea con una bolsa blanca en las manos, que
se pierde entre la multitud del centro, nadie se fijaría en el entre la gente,
pues no es una persona que llame la atención, ya lo han tocado los años y se le
nota en la mirada que prefirió andar por el camino en el que la vida no te da
puños sino puñaladas, sus dientes están acabados y su vos sonaría con sabor
costeño, no se ha arrugado, pero su cabello con visos blancos le dan a entender
que la vida se le esta yendo ¿le habrá gustado la manera como paso el tiempo? Camina
con tal frescura que a pesar de su cojeo a uno se le refresca la vida y los
recuerdos, cuando yo era pequeña y salía a caminar por la calle con mi padre, él
siempre tenía que estar cantando y saludado a todos, la gente lo miraba no
porque llamara la atención con sus vallenatos sino porque físicamente atraía a
las personas, ese vago recuerdo con olor a papá, lindos momentos pero al final,
solo recuerdos. El flaco que desgasta su
vida en las calles del centro, ese que ahora se fuma un cigarro, se acomoda sus
pantalones azules y se sienta en una banca. Les hablaría sobre el desteñido de
su camisa, pero prefiero pasar por sus cabellos ondulados, su piel trigueña y
terminar en el descolorido de su mirada, esa mirada tocada por la calle, por el
olvido, el hermoso contraste que hace con su sonrisa, esa que te dice que no
importa, el a pesar de todo aun lo puede hacer, que la vida le a quitado todo
pero esa sonrisa es lo único con lo que le puede decir a la perra que le ha
dado tantos dolores y felicidades que le importa mierda, esa sonrisa que guarda
momentos dorados con sabor a nostalgia, tal vez aún hay días en los que su
memoria le traiga imágenes de cuando salía a caminar por esas mismas calles
mucho tiempo atrás, cuando su vida no estaba tan aporreada, cuando era joven y
atraía las miradas indiscretas de las mujeres que pasaban por su lado, tal vez
el loco recuerde esos años en los que salía cantando agarrado de la mano de su
nenita de cinco años, yo solo sé que es
mi sangre la que me ata a su fe.